Mi visión y experiencia sobre crianza, maternidad, educación y muchas más cosas de manera clara y sin censura.

La Navidad en los ojos de un niño





Trabajo a diario con niños y cuando llegan fechas señaladas del año para ellos como Halloween, Navidad, y otras tantas dependiendo de donde vivamos, comienzan los comentarios, comienzan las horas interminables escuchando cosas relacionadas con la festividad que corresponda, por supuesto, toca hacer mil manualidades, dulces, galletas sobre dicha festividad, y claro no podemos olvidar los queridos disfraces para las fiestas que se organizan en el colegio, barrio, ciudad, que si no tenemos la suerte de encontrarlos en las tiendas toca hacerlos a mano, para quien de verdad se le de bien esas cosas (a mí ponme todas las manualidades que quieras que la costura no es lo mío).

Leemos en Twitter y en otras redes sociales como padres se quejan de que se les hace pesado, largo, y que desean que acaben cuanto antes.

Pero nos hemos planteado qué significa a ojos de nuestros hijos ésto.  Hemos perdido tanto la capacidad de ilusionarnos que teníamos cuando eramos pequeños, que en vez de disfrutarlo con ellos, lo vemos como una carga.  ¿No sería más satisfactorio para nosotros disfrutarlo? Nuestros hijos también lo notarían. Si empatizáramos con ellos y lo viviéramos, no quizás con tanta intensidad, porque quizás en un adulto pueda llegar a ser un poco raro, pero sí implicándonos para poder llegar a disfrutarlo.

No hace falta que me lo digáis, no tengo tiempo, estoy muy cansado, tengo trabajo,  y mil excusas más, que yo también pongo.  Pero no os propongo que le dediquéis el mismo tiempo que lo hacen vuestros hijos, pero sí que saquéis un poco y que ese poco sea intenso.  

Un ejemplo, que a la hora de buscar un disfraz, no sea una pesadilla, en plan "venga hijo elige uno", sino, "cariño vamos a buscar el traje más chulo de todos".  Cómo, con solo una frase, podemos cambiar nuestro estado de ánimo y por supuesto el de nuestro hijo, cuando vea que nos gusta y que nos implicamos con ello.

Por eso me gustaría poner sobre el papel que puede pasar por la cabeza de un niño cuando está ilusionado con alguna festividad, concretamente con la Navidad que es la época que nos toca, y de esta manera, intentar mirarlo todo a través de ellos, para así encontrar otra vez esa ilusión que se pierde con los años.

Poner el árbol de Navidad:  

Para un niño poner el árbol de Navidad es llenar su casa de luz, llenar su casa de alegría, de color, es darle la bienvenida a la Navidad y todo un logro si encima ha ayudado a montarlo, o ha hecho algunos adornos, además no nos olvidemos que es el lugar de referencia para Papá Noel y los Reyes Magos para dejar los regalos, no puede faltar.

Durante las dos últimas semanas, todos y cada uno de los niños de 3 a 8 años me han contado cuándo, cómo y con quién han puesto su árbol en casa, con esa cara de ilusión que ello caracteriza.

Disfraces de Navidad

Para un niño  disfrazarse ya sea de pastor, de Papá Noel, de Rey Mago o incluso de bola de Navidad, es meterse en el papel de otro, es representar a otro y sentirse importante, poder ver como los demás miran su disfraz y sentirse orgulloso, y si encima sus padres se lo han currado un poco más, haciéndolo diferente o buscando un disfraz que no lleva ningún otro, eso ya es lo más.  Y si el disfraz acompaña a alguna actuación, se sentirán más seguros a la hora de hacerla, porque se meterán en el papel totalmente.

Hacer dulces de Navidad:

Para un niño  hacer dulces de Navidad, no es solo el hecho de poder comérselos después, es ver como se convierte una masa en un figura, como juntar ingredientes se convierte en algo rico y divertido.  Y cómo ellos también pueden colaborar y hacer muchas cosas, sintiéndose realizados e importantes.  Si los padres nos implicamos se convierte en una de las actividades preferidas de los niños.

Algunos niños pequeñitos, casi me han contado la receta de las galletas que han hecho en casa, porque se implican tanto en ello que os puedo asegurar que es una estupenda enseñanza al ser divertida.

Visitar luces, belenes:

Para un niño  ver luces, belenes o cualquier decoración navideña, aquí no creo que tenga que contar demasiado de lo que significa para un niño ésto, ya que sus caras de alucinados, de emoción, sus saltos, sus prisas por llegar, su contínua insistencia en ver más y más, es fruto de la forma que tienen los niños de mirar las cosas bellas, las miran con inocencia, con incredulidad, sin prejuzgar, no se cuestionan si están mejor unas que otras, porque todas le gustan, porque todas son de Navidad.

Nosotros los padres, normalmente la vemos como, aparcar con la que se lía en Navidad, ahora meternos en un follón, aguantar colas y pasar frío.

Fiestas, comidas, cenas:

Para un niño cualquier cosa relacionada con celebrar es motivo de alegría, ya sea con amigos, familiares, incluso con desconocidos, pero escuchar música, bailar, comer juntos, compartir cosas.  Son personas que están empezando el proceso de socialización, y por tanto todo acto social festivo es un acontecimiento en sus vidas, porque no prejuzgan, no conservan rencillas con nadie, no suele incomodarle nadie porque van a divertirse simplemente, y por supuesto cuanta más gente mejor porque significa más diversión.

Villancicos:

Para un niño un villancico es diversión, jamás se cansarán de escuchar villancicos, porque si hay algo que caracteriza a este estilo musical es la alegría, el júbilo, concretamente los villancicos infantiles invitan a cantar, bailar, divertirse y quién no se ha contagiado de su fuerza.  Como los niños conservan esa energía, esas ganas de ser felices, todo lo que les provoque felicidad será bienvenido, aunque suene por unos altavoces por decimoquinta vez "El Burrito Sabanero". Y si nos animamos a cantar los villancicos con instrumentos tan divertidos para ellos como la pandereta, el tambor, u otro típico de Navidad, veréis como termináis de contagiaros de esa alegría que provoca la música.


Los regalos:

Para un niño los regalos son el culmen de todo, durante todo el año están pensando en las citas ineludibles con los regalos más deseados, porque normalmente son de sorpresa, porque los traen una gente tan misteriosa como son Papá Noel y los Reyes Magos, porque piensan que esos regalos son fruto de su comportamiento durante todo el año, y porque yo a día de hoy me lamento de no tener esa misma ilusión, no tener el corazón a mil por hora la noche antes,  de no poder dormir solo de pensar en que no me despierte a tiempo para jugar. Y por supuesto, esas caras indescriptibles cuando se encuentran que misteriosamente alguien ha entrado en sus casas y les ha dejado unas cajas envueltas, a las que arrancan el papel sin piedad para descubrir con una ilusión no comparada con nada, que dentro hay lo que tanto esperaban.


Por eso, si para nosotros la Navidad ha dejado de tener el sentido de momento especial, no desaprovechemos que nuestros hijos si lo hacen por lo menos durante unos años y vivámosla con ellos, compartamos todas sus emociones, sus inquietudes, sus actividades, sus ilusiones.  Volvamos a la infancia de nuevo, que la inocencia no es mala compañera ante tanta ansiedad y estrés como existe actualmente.  Además pensad, que son pocos los años que vuestros hijos querrán compartir estas cosas con vosotros, porque después ellos elegirán a sus amigos y echaréis de menos o incluso os culparéis por no haber vivido esos momentos cuando aún estabáis a tiempo.

Por último, me gustaría compartir un cuento que escuché hace un par de años de boca de una estupenda profesional cuentacuentos aquí en mi tierra llamada "La Seño de los Cuentos" (podéis encontrarla en Facebook). Este cuento nos habla de la magia de la Navidad, y lo que de verdad es importante, podéis contárselo a vuestros hijos les encantará.

MILAGRO DE NAVIDAD


"María tenía un perrito llamado Tico al que adoraba, jugaba con él siempre que podía, era su  mejor amigo.  

Un día vino su abuela a visitarla y le trajo un regalo muy especial.  Era un adorno para el árbol de Navidad hecho a mano por su propia abuela, y ésta le explicó que era un adorno muy especial, era el adorno del Milagro de la Navidad.

María enseguida lo puso en el árbol, estaba tan contenta con su nuevo adorno que no paraba de mirarlo.  Llegó la hora de dormir y todos en la casa de María se fueron a la cama.

Al día siguiente, cuando María se levantó fue corriendo a mirar su adorno, pero se llevó una mala sorpresa cuando descubrió que Tico estaba jugando con él y lo había roto.

María muy enfadada le gritó a Tico, y lo echó de casa.  Tico muy triste se fue caminando hacia el bosque hasta que se perdió y no sabía como volver a casa.  Se pegó a un árbol, se enroscó y se quedó dormido y pasó allí todo el día y la noche.

Mientras María en casa, estaba muy triste, le había gritado a su mejor amigo, y veía que no volvía. Se lo dijo a su madre y las dos salieron a buscarlo pero no lo encontraron, y tuvieron que volver a casa porque se había hecho de noche.

María se acostó llorando por Tico, estaba muy arrepentida de haberlo regañado, a fin de cuentas él era su amigo y el adorno solo era un objeto.

Antes de quedarse dormida, con el adorno roto en la mano, María pidió en voz baja, <<quiero que Tico vuelva>>.

María se despertó por unos ladridos en la calle, se levantó de un salto y salió a mirar, allí estaba Tico, moviendo el rabo de alegría al ver a María.  Fue corriendo a cogerlo, mientras le decía <<perdóname Tico por haberme enfadado contigo, no quiero que nunca más te vayas>>.

Cuando fueron al salón donde estaba el árbol se llevaron una sorpresa, el adorno de su abuela estaba arreglado y colgado en el árbol como si no hubiera pasado nada.

Por la tarde llegó su abuela y María le contó todo lo que había pasado, y su abuela le dijo <<es el Milagro de la Navidad, cuando te diste cuenta que lo habías hecho mal y pediste que Tico volviera, el Milagro de la Navidad hizo su magia y trajo a Tico a casa>>








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